viernes, 10 de enero de 2014

Lo mejor de 2013, manual de supervivencia.


Escrito conjuntamente por Fernando Villaverde (@Fdovillaverde) y José Barrera, un servidor. (Sobre películas estrenadas comercialmente en España hasta el 31 de diciembre)

Resulta difícil hallar conexiones y puntos en común entre películas actualmente. La muerte de la tradición, de la comunidad, ha conducido a un mundo fragmentado y heterogéneo. En un capítulo de Halloween de Los Simpson, el resucitado padre del Dr. Frink vaga por el pueblo arrancando a los ciudadanos partes de su cuerpo para implantárselas y así conseguir sobrevivir. Esta es la personificación del cine de hoy, un cine en constante mutación que vagabundea, que se plantea como sobrevivir cada día. La tarea de los creadores actuales es saber moldear e integrar con fluidez todas esas formas dispersas, darles una posición artística y política. Y no recuerdo un año de cine más plural, más condenadamente raro, que este 2013. Hemos asistido a la invasión de la cartelera por parte de un cierto ‘cine de esteroides’, un cine que nace de lo artificial y que se enrosca sobre sí mismo. Este impulso tiende hacia la hormona y a ofrecerse desordenado y vacío (El Hombre de Acero [Zack Snyder] sigue la línea de la insoportable 300), por ello es uno de los milagros cinematográficos del año que el líder de este tipo de pseudo-cine haya sabido convertir en Dolor y Dinero (Michael Bay) este gusto por lo artificial en una suerte de barroquismo, una auto-parodia atiborrada de anabolizantes. De forma más sutil siguen la línea dos de las mejores películas del año. Con Django Desencadenado, Tarantino abandona el estilo primitivista picassiano de sus dos obras maestras, sus dos últimas películas, para volver al gran relato y a la recreación en las formas de la saga Kill Bill. Este retroceso estilístico puede ser decepcionante, pero la buena noticia es que se continua su línea del “monumento sobre el documento” (Zunzunegui dixit), confiando en la Revolución de la Ficción, como en Malditos Bastardos, la Historia no puede hacer frente a los poderes del cinematógrafo posmoderno. Las películas de Bay y Tarantino frenan el coche al borde del abismo mientras que la mejor sorpresa del año, Spring Breakers, se lanza rompiendo con el relato racionalista para adentrarse en su subsuelo, en la alcantarillas, y filmar el subconsciente de Disney en una estructura difusa y elíptica, de saltos hacia atrás y hacia delante. La agresiva cámara de Korine se para en la sensualidad de los cuerpos y sus movimientos ralentizados, la tensión sexual se transmuta en una tensión relato-imagen que en el ecuador del filme estalla. Definitivamente Inland Empire no fue un charco de agua en el desierto.
De forma paralela se han desarrollado las propuestas más respetuosas con la historia del cine que, partiendo de formas conocidas (y reconocidas), han explorado nuevos discursos. El cine avanza con una necesaria mirada al pasado (cinematográfico). De esa manera, The Master, una de las películas más interesantes del año, surgirá desde la resistencia -casi- utópica de Paul Thomas Anderson, en reivindicación de la imagen fotoquímica (formato) y de la estética tourneuriana (estilo); para dar lugar a una oda a la composición del plano que encuentra su lógica abstracta en la simetría contrapuesta con la auto-deformación del rostro de Joaquin Phoenix, la digresión que permite la existencia de la dialéctica como motor del film. Del mismo modo que Hong Sang-soo empleará una imagen propia del Ozu de La Hierba Errante como leitmotiv diegético que le permite desarrollar su estructura musical, de las Varaciones-Goldberg de Bach, en En Otro País. Y si la película surcoreana plantea la música como estructura, para Miguel Gomes será el nexo con la realidad. Tabú representa el colonialismo a modo de “alegoría de la caverna”, donde la imagen es una sombra (sin matiz despectivo) de Ford, Dreyer y Murnau, y las ideas se subliman de la misma. Porque estas tres obras no tienen un pacto con la sociedad, más allá de lo que reivindiquen o censuren; sino un pacto con el cine, a partir del cual son capaces de poblar todos los terrenos. La imagen se muestra más consciente de sí misma que nunca.
Sin alejarse de esta idea están las películas que, motivadas por el presente, han fijado su epicentro en la crisis (amorosa, mayoritariamente). La extinción de la pasión sexual ha desencadenado, en el cine de este año, un intento de restituir el tiempo natural o, mejor dicho, una deformación del tiempo cinematográfico. Jean Luc Godard, refiriéndose a los films de Ingmar Bergman, hablaba del desmembramiento de la duración en una reflexión sobre el presente; y será Judd Apatow quien recoja el relevo del cineasta sueco en su última obra. Si Fuera Fácil parte de la crisis de los 40, reflejada en la pérdida del vigor sexual, para mantenerse en un limbo temporal en su deconstrucción de la comedia. El alargamiento desmesurado de la duración institucionalizada, quebrantando así el ritmo del género que se le atribuye, permite al creador explayarse comentando (y criticando) el panorama cultural contemporáneo (made in Apatow): el verdadero punto de fuga del humor según el film adquiera tintes de tragedia. Por otro lado, en Mud, Jeff Nichols prescindirá de la mutación del tiempo como efecto de una idea, para convertirlo en la causa. La reclusión de Mud en la isla, bloqueo de la pasión, supone la negación de la rutina y de su consecuente estructuración temporal; es decir, una completa alteración del valor subjetivo de segundos, minutos y horas. Y como es algo irrepresentable de manera explícita en un film comercial, se trasmuta en imagen y movimiento, en un flotar, un vagar, por el purgatorio del personaje. Pero, sin duda, la más atractiva de este grupo es Antes del Anochecer. Linklater retoma el gusto por la toma larga de Welles, Renoir o Rossellini para enfrentarse a la ardua tarea de narrar tres décadas del mundo (la trilogía). Donde la contradicción elipsis (que separan las películas) y reconstrucción fidedigna de períodos del día no es tal, ya que las elipsis permiten la puesta en forma de la erosión del tiempo en la segunda y tercera entrega. Tampoco es baladí que el personaje de Julie Delpy haga referencia a Te Querré Siempre en Antes del Anochecer; puesto que, como en la obra maestra de Rossellini, relato y ubicación se relacionan de forma orgánica. Grecia, en ruinas (esqueletos del esplendor) y con la crisis económica más que latente, se muestra como un reflejo de la pareja que pasea, habla e improvisa sin deformar su alrededor. Restituir el tiempo real es el paradigma. Muchos de estos logros que encontramos en Apatow y Linklater también están en la mejor sorpresa del año: Niños grandes 2 plantea desde el mismo aparato hollywoodiense cuestiones como la dificultad del paso a la vida adulta y sus rituales, la presión de la comunidad sobre el individuo, la obligación de romper con cierta adolescencia. Adolescencia en la vida, pero también en la comedia, pues al igual que Los mercenarios planteaba el desgaste del cine de acción ochentero filmando el rostro erosionado de actores-icono, Niños grandes 2 es el canto de cisne de cierta generación de ‘teenager comedies’ encarnada en Adam Sandler, Chris Rock o Kevin James. Pero este duelo ya no se aborda desde la melancolía (mencionada en el gran artículo de Carlos Losilla Madurez de la comedia, melancolía de la madurez) sino como un homenaje festivo y gamberro a un género que hace pocos años dominaban. Mientras propuestas como R3sacón y Juerga hasta el fin fracasan creyéndose más listas que sus espectadores y se agotan en su formalismo vacío, la película de Sandler y cía. es una oda a la irresponsabilidad, a la incorrección política y al verano.


Por otro lado, Almodóvar y Garrel, directores de estilos absolutamente opuestos, comparten una línea continuista en sus nuevas películas respecto al claro cambio que han experimentado sus obras en los últimos años. En el caso del manchego, Los amantes pasajeros es su último enroscamiento neobarroco, que es la esencia del Almodóvar post-Volver: el gusto encontrado por la mise en abîme, que pone a la ficción frente al espejo, con una recreación depalmaniana en las formas que se dirige en este caso hacia lo cómico y ligero (un logro alcanzado por J.J. Vázquez en Sálvame años antes). Por otro lado, Garrel firma su película más sosegada, menos bressoniana y más rohmeriana, siguiendo la estela de Sauvage Inocence. En Un Étè Brûlant abandona su ‘activismo’ formal: la preocupación por el vacío emocional y filosófico del fracaso de Mayo del 68 deja paso a la fascinación con las curvas del cuerpo de Monica Belluci, envuelto por sábanas azules y sombras caravaggiescas, y a los diálogos vacíos de unos jóvenes que parecen una parodia charlatana de los anteriores personajes del director francés. Se podría encontrar en la belleza del desnudo femenino una excusa de ‘encabalgamiento crítico’ con la obra maestra de Kechiche, pero La vie d’Adèle merece ser comentada aisladamente como lo que es, un milagro secular, una joya pura de esencia impura. Cuando exaltamos en una película la capacidad para mostrar la realidad tal como es, con completa naturalidad, no observamos la cámara como un mero instrumento transparente de registro, tampoco vemos en la ficción un medio de ‘representar la realidad’ (como hacen los malos directores, que acabarán siempre mostrando la cara sórdida, grotesca y simplona de una realidad que no pueden abarcar). El camino clave para poder abrirse a ‘lo natural’, y no descubrimos la pólvora, es llegar a hacer emerger lo trascendental que hay en la cotidianidad. El primer beso entre las dos chicas, los gestos que se encogen, los susurros, las miradas que se desvían, los rituales dentro del encuentro sexual… La vie d’Adèle es puro cine, pero sobre todo es la vida, la más grande realidad.

TOP 10

 Fernando                                                         José
1. Django desencadenado (Quentin Tarantino)    1. La vie d'Adèle (Abdellatif Kechiche)
2. La vie d'Adèle (Abdellatif Kechiche)                 2. Antes del anochecer (Richard Linklater)
3. The Master (Paul Thomas Anderson)              3. Si fuera fácil (Judd Apatow)
4. Antes del anochecer (Richard Linklater)          4. Spring Breakers (Harmony Korine)
5. Spring Breakers (Harmony Korine)                  5. Django desencadenado (Quentin Tarantino)
6. Tabú (Miguel Gomes)                                    6. The Master (Paul Thomas Anderson)
7. Si fuera fácil (Judd Apatow)                            7. Niños grandes 2 (Dennis Dugan)
8. En otro país (Hong Sang-Soo)                        8. Los amantes pasajeros (Pedro Almodóvar)
9. Mud (Jeff Nichols)                                          9. Un étè brûlant (Philippe Garrel)
   Dolor y dinero (Michael Bay)                          10. Dolor y dinero (Michael Bay)
   Un étè brûlant (Philippe Garrel)              

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